Ver-ano
Apología del placer anal

Pequeño esfínter, apretado, oscuro, peludo. Situado estratégicamente entre la generosidad de las nalgas, tan escondido, que hay que apartar la carne hasta llegar a él. Discreto, tan poquilla cosa, y sin embargo tan cuestionado, relegado, y hasta considerado un elemento que contribuye a la “anti natura” del ser humano. ¡¿Qué pasa con el ano?!
En 1628 Francisco de Quevedo un grande de la literatura española, escribió con toda su osadía “Gracias y desagracias del ojo del culo”, podéis imaginar qué supuso en la sociedad de la época tan épico y desvergonzado manuscrito. En él, hace un elogio y reivindicación de tan menospreciado elemento de la anatomía, toda una epopeya la suya. El arte y el ano de la mano.
Y es que es a través manifestaciones artísticas de las diferentes épocas y culturas podemos encontrar testimonios de que el ano además de su uso fisiológico, era un lugar para el placer. Desde las culturas precolombinas, pasando por Egipto, Grecia, Roma… cada una con sus peculiaridades y moralidades, pero todas con un denominador común, se practicaba y se gozaba.
Sin embargo, no todo han sido épocas doradas para la apreciación de este pequeño esfínter, y nuestra época ha sido y es testigo.

Hubo que esperar hasta 2003 para que en EEUU se invalidaran todos sus estados, la mal denominada Leyes de la Sodomía. Hasta esa fecha, el delito otra vez se mezclaba peligrosamente con los placeres, y aun siendo el espíritu de la Ley de la sodomía prevenir las relaciones entre hombres homosexuales, también se contemplaba como punible en las relaciones heterosexuales las prácticas anales, así como las orales, incluso entre personas casadas.
Y es que, el problema viene de pensar que todas aquéllas prácticas no encaminadas a la reproducción, han sido consideradas como prácticas “anti natura”. Convirtiéndolas sistemáticamente por las autoridades como delito o enfermedad.
Afortunadamente para nuestro pequeño amigo, el mundo homosexual con pene ha dado una vuelta a este tema, visibilizando los enormes placeres que en él y con él podemos conseguir. La cara B es que muchos heterosexuales con pene y sin él, siguen pensando que el ano es una cosa gay, el lugar para no explorar. La otra cara B es que todavía se le mira con recelo porque no se sabe muy bien ni cómo usarlo y ni cómo disfrutarlo sin dolor.
Todavía me encuentro con afirmaciones como, “Está hecho para la salida no para la entrada”, “Es un lugar sucio que duele”, “A mi novia que no se le ocurra meterme nada por el culo” etc…Y es que a día de hoy el placer anal sigue siendo un tabú, impuesto y autoimpuesto.
El placer anal es un hecho con independencia de tener vulva o pene. El ano está lleno de terminaciones sensibles, y no solo eso, desde él tenemos acceso a la próstata esa glándula que bien estimulada puede ser la gran fiesta. En personas con pene, la estimulación directa, el masaje prostático puede acabar un tremendo hands-free, es decir, un orgasmo sin tocar el pene. Para las personas con vulva, su estimulación conjuntamente con la clitoriana puede provocar cotas de placer inimaginables.
¿Duele?
El ano no duele, lo que duele es la desinformación y el poco cuidado con el que se accede a él. (Salvo casos con previas patologías anales, claro)
El ano requiere mucha estimulación para que dilate bien, mucha lubricación, y sobre todo de toneladas de comunicación.
El placer anal rompe con esa idea de encontrarnos sin hablarnos. De pensar que las prácticas son de una manera y que todas las personas funcionamos igual. El ano nos invita a la escucha, a la paciencia, a ampliar el mapa de los placeres cuando ya pensábamos que teníamos una ruta marcada.
El placer anal es una disidencia y todavía no lo sabíamos.
Seamos los nuevos Quevedos y atrevámonos a escribir nuestro propio “Gracias y aventuras del ojo del culo”
Feliz ver-ano 😉
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