La obra de la ilustradora Belén Segarra, una de las más destacadas entre la exuberante nueva ola de artistas, está llena de imágenes estilizadas y coloristas. Su carrera evoluciona al compás de los encargos para marcas como Heineken o el grupo Izal y de los proyectos personales, como el que actualmente prepara. A propósito de su sugerente trabajo, hablamos con ella sobre estupidez humana y alquimia, redes sociales y televisión, y nos demuestra que, como en todo buen oficio, la sencillez de las ilustraciones es solo aparente y que a través de una estética eficaz se proyecta una valiosa mirada personal.
En tu trabajo como ilustradora te interesas mucho por la cultura audiovisual y echas mano de series y películas para expresarte, ¿por qué crees que son un buen recurso?
Una de las ilustraciones más conocidas, por ejemplo, es la del personaje de Barbara de la serie Strager Things de Netflix.
La fotografía, los personajes o un plano bonito es algo que se te mete dentro y que puedes transformar a tu manera. En principio, es todo una cuestión estética. Además, con las series o películas, hay algo que te hace conectar muy rápido con los demás. Es haber sentido lo mismo en algún momento, un “eh, a mí también me gustó”, y se crea una complicidad divertida porque hay un personaje o una escena que mucha gente puede identificar rápido.

Otros de los motivos recurrentes en tus obras son los animales y algunas referencias mitológicas, ¿de dónde proviene ese interés?
La naturaleza y los animales son parte de mi vida porque he crecido jugando en la montaña. Por eso me gustan las cosas tranquilas y puras. La mitología, la alquimia o la astrología intentan también llevarnos a esa pureza desde la estupidez humana. Nos explican el universo de la manera en que son capaces. Son la necesidad de encontrar soluciones desde nuestra pequeñez e ignorancia.
Me parece algo que nos describe muy bien. Es algo ancestral que sigue siendo muy actual: la avaricia por una vida eterna que no soportaríamos, el gusto por la purificación en un mundo que nosotros mismos estamos pudriendo… ese tipo de cosas. La iconografía, a parte, es algo que visualmente me parece muy interesante.
El lobo con la mano y la rosa para el grupo CanarD, por ejemplo, es una ilustración llena de misterio y belleza ¿Qué puedes contarnos de esa ilustración?
En alquimia el lobo simboliza la naturaleza animal y el espíritu salvaje del hombre, el principio de las cosas. En la ilustración de Canard aparece una mano con una rosa; es la humanidad inconsciente cargándose el mundo. La estupidez de la que hablaba antes.
El lobo intenta defenderse deshaciéndose del humano porque a veces, nos protegemos de la manera equivocada. Si hiciéramos las cosas mejor y nos cuidáramos, ganaríamos todos y creceríamos hacia el mismo lugar. Parece fácil, pero estamos tan jodidos que, a veces, nos pueden las ganas de morder.
En el interior del libreto hay un póster con un águila, símbolo de la consecución del proceso alquímico. Ha aprendido a proteger esa rosa de otra forma.


Estas referencias a la ficción, la cultura pop, los animales y mitologías, ¿es una manera de huir de nuestra realidad u otra manera de acercarse a ella?
Lo es todo. Es la dualidad de las dos cosas. El ansia de que algo mágico nos salve nos muestra lo perezosos que somos.
También hay una mirada generacional muy clara. En Doble Check Azul, las redes sociales, la manera de relacionarnos hoy en día, irrumpen de manera crítica. Son ya una parte tan importante en nuestras vidas que muchos ilustradores y artistas reflexionan sobre ello
Estamos perdiendo mucho tiempo viendo si la persona que nos gusta está en línea, excusándonos por WhatsApp, dejando relaciones vía online, intentando decirle a la gente que estamos enfadados saliéndonos de un grupo. Es absolutamente ridículo.


Al final de la estética y la belleza de las imágenes me parece que expresas siempre un mensaje de duda y desasosiego, ¿te has planteado alguna vez ilustrar o contar una historia más larga en un libro?
Estoy trabajando en ello desde hace un tiempo. Es un proyecto personal y por eso se está demorando algo más de lo esperado. Es un libro en torno al amor que acaba hablando de nuevo de la estupidez humana.
Has vivido los años en los que en Valencia parece que se ha levantado un escenario cultural muy interesante, ¿cómo es vivir (o sobrevivir) como freelance desde la periferia o cuando todavía se está formando un nuevo centro? ¿Cuánto nos queda por ver de ese movimiento?
Se está viviendo un buen momento porque se precisa de las imágenes Son rápidas y directas, como el momento en el que vivimos. Puedes contar muchas cosas en un instante y eso es bueno, porque parece que no tenemos tiempo. Lo que falta es más conciencia a la hora de valorar el trabajo. Creo que esa es la lucha real. Aquí, en Madrid o Barcelona. Valencia no es la periferia, solo necesita creérselo un poco más y tener ganas de arropar a la gente de su ciudad.

Como sabes, en Kluid hablamos de música, moda, gastronomía y de ilustración, ¿nos recomendarías uno de cada? Para seguir con las cosas mágicas: Enric Montefusco, Vivetta, el ceviche del Observatorio, Motohiro Hayawaka y “El vino del estío” de Ray Bradbury.