Párate a pensarlo. La tecnología invade nuestro mundo de forma imparable. Las innovaciones se suceden a un ritmo estrepitoso y no nos da tiempo a dominar algo que ya ha quedado obsoleto. Todo el mundo habla de algoritmos, realidad virtual, blockchain…el momento coche volador que los nostálgicos de los 80 (o los ya entrados en años) guardan en su memoria pronto será una realidad.
Ese futuro que imaginábamos ya está aquí. Pero, ¿realmente es el futuro que queríamos?
Cuanto más avanza la tecnología más parecemos retroceder nosotros. Las desigualdades e injusticias van en aumento y cuesta que alguien se pare a pensar en las cuestiones éticas y morales que rodean a tanto avance tecnológico. No hay duda que nuestra sociedad necesita ser más inclusiva y avanzar en las cuestiones relativas a las desigualdades de género. Y gran parte de la solución a estos problemas pasa por la empatía. El desarrollo emocional tiene que estar por encima del tecnológico, porque somos seres sensitivos, viscerales, y ponernos en la piel del otro es vital para comprender lo que nos rodea. Es necesario estar a la vanguardia, pero usemos la tecnología con cabeza, como herramienta y no como fin.
Con este discurso bajo el brazo nos plantábamos la semana pasada en el YoMo (The Youth Movile Festival), el hijo pequeño del Mobile World Congress de Barcelona, en el que se presentan novedades en ciencia y tecnología destinadas a los más jóvenes. Un rayo de luz se dejó ver al final del túnel al descubrir iniciativas que hacen propuestas muy interesantes, enfocadas a conseguir un verdadero cambio social con la tecnología.
Y aquí es donde conocimos #FashionHackers, un taller organizado por el programa Spark Girls, que busca luchar contra la brecha digital y científica de género. Esta iniciativa se basa precisamente en la empatía para conseguir despertar el interés de las niñas y adolescentes por las disciplinas científicas y tecnológicas, a base de crear talleres centrados en los intereses que éstas tienen (y que vienen derivados por su edad y momento de madurez concreto).
El colorido del stand de #FashionHackers es lo que primero llamó nuestra atención. Camisetas de diferentes colores colgaban en burras en mitad de un espacio exquisitamente barroco. La propuesta de la actividad era sencilla: combinar nociones de programación a la vez que se desarrolla la creatividad, competencias artísticas, sociales y comunicativas de las niñas. La personalización era la clave. A tu elección quedaba el tipo de diseño de la camiseta, cómo querías programar la placa de Micro:bit (para que apareciera un dibujo o mensaje), si querías incorporarle luz con tiras de led y cómo querías decorarla para darle tu toque personal.
Codificar las camisetas se convirtió en algo sencillo y atractivo para las chicas, que aprendieron a hackear su propia ropa para después publicar sus creaciones en Instagram.
Iniciativas acertadas que esperemos se multipliquen, para romper estereotipos, generar debate y conseguir empoderamiento tecnológico femenino.
