Esos con los que no puedes llamar a nadie. No tienen Facebook. No valen para escuchar música ni ver series pero que te dan la hora si se la actualizas al menos un par de veces al año.

Christopher Walken aparece en un contrapicado rotundo frente a nuestros ojos. Se siente cercano, diría que casi como un padre. Y nos presenta un objeto que va a crecer con nosotros. Una pieza metálica que nos va a acompañar de por vida como un tatuaje. Un trozo de hojalata que ha descansado en el culo de dos generaciones de tu familia y de un desconocido para que al fín, pueda llegar hasta ti. ¿Lo reconoces? Pues esa pieza de museo es un Lancet de 1917 y representa el objeto de deseo de este artículo… Un cacharro que sólo sirve para mirar la hora. En la era del iPhone X esto nos parece un lujo y una insensatez.
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Pero hubo relojes, ahora además clásicos al alcance de cualquier bolsillo, que hacían algo más que dar la hora. Si en 1985 teníamos algo comparable a los actuales smartwatch, eso era un reloj calculadora y en Regreso al Futuro nos deleitamos con los tres modelos de referencia: el Armitron 101 blanco que llevaba orgulloso Doc en su mano derecha (en la izquierda portaba un Seiko A826) y los Casio CA 50 y CA 53 que McFly luce a lo largo de la trilogía. El Armitron está descatalogado y me ha resultado imposible de encontrar una oferta de segunda mano, pero siempre nos queda disfrutar del CA 53, el reloj que más horas de entretenimiento me ha dotado en clase de matemáticas… Jugando a penaltis. Eso es otra historia.

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Ian Fleming era un usuario empedernido de Rolex y dejó claro que James Bond también portaba la clásica y lujosa marca suiza. Sin embargo, a las primeras de cambio, nos encontramos con que Sean Connery pone los cuernos a la leyenda en la histórica escena de James Bond contra el Dr. No en que el imponente escocés se presenta como “my name is Bond. James Bond” y se atreve a llevar un reloj mucho más “mundano”. Un Gruen Precision que apenas asoma por la manga de la camisa pero comienza una travesía de desacuerdos que dura hasta nuestros días.

En 1969, el australiano George Lazenby, conocido como “Bond el breve”, está obsesionado con Sir Connery, tal es así que adquiere para su película Al servicio de su majestad un Rolex Submariner como el usado por Bond en Goldfinger. También compra un traje a medida que nunca llegó a recoger el escocés del sastre y va a su mismo peluquero. La sombra de Connery es alargada y eso se nota. Rolex Submariner se actualiza cada año y sigue siendo una de las referencias más vendidas de Rolex, pero ninguno como aquel 5512 del australiano George Lazenby.
Pero si James Bond estuvo alguna vez cerca de tener un iPhone fue en Octopussy, cuando un señor mayor que al parecer era atractivo pero bastante menos que Arturo Fernández y al que nos vendían como el súmmum de la modernidad, la tecnología y de la casposidad, Roger Moore, juguetea en el taller de Q con un Seiko TV 001 de 1982. En todo un disparate de mercadotecnia por parte de la marca nipona, aprovechan un hito histórico como una televisión dentro de un reloj a principio de los 80’s, para mostrarnos el escote de la secretaría de turno que se reproduce en hasta tres pantallas para mayor gloria de Moore… Chatina.
Pero de entre todos los relojes clásicos, raros y bizarros que podemos encontrar en el universo cinematográfico, el más icónico es el Hamilton Odyssee 2001 que disfrutamos en 2001 Una odisea del espacio. El maestro Kubrick pidió a la marca norteamericana que creará un par de relojes que sirvieran de imagen de la cinta y que pronto se convirtieron en casi más icónicos que la propia película. Uno de escritorio y otro de pulsera, el cual decidieron relanzar en 2017 con su revisión contemporánea, el Hamilton X01.

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