Un bofetón al buen gusto está sembrando el terror en los muros de Londres. Forma parte de su propio tiempo y de su propia idiosincracia . Es sucio y certero. Rápido y profundo. No respeta más que la propia ley de la calle. Es jodido, muy jodido, porque tiene muchísima razón. Es SELL OUT y está resonando en las conciencias de buena parte de los artistas urbanos que vomitan piezas en el Este de Londres.

Es inconsecuente el mercadeo en que está derivando algo totalmente en contra del propio sistema comercial. ¿Cómo puede ser que se vendan piezas nacidas para lucir en los muros de nuestras ciudades? ¿No entiendo porque aquello que tenía como fin ser de público disfrute se menosprecie como pertenencia singular? ¿Debemos tolerar que se privatice todo, hasta las propias paredes de nuestro sucio barrio? ¿De verdad que has usado un vehículo como el Street Art para luego prostituirte en unas sucias camisetas de, por ejemplo, Bershka?
No es una rabieta sin sentido. Ni siquiera una posición nueva. La guerra Banksy VS Team Robbo tenía en parte cierto reproche sobre el asunto, incluso el propio artista de Bristol utiliza el mismo argumento para su contra-posición comercial frente al mercado (huelga a la japonesa. Vendo como un loco para deciros que esta feo vender).
Un criterio mercantil, capitalismo en esencia, a un valor inmaterial. El arte no es un producto y menos, el arte nacido como expresión contracultural. Medir bajo el baremo de la oferta y la demanda un muro de una fábrica abandonada o el cristal de un tren de cercanías es como hacerse una paja con la picha de otro.
Pero está mal sacar de contexto el propio argumento. ¿Significa esto que un artista callejero no puede vivir del arte? Ni mucho menos. Lo que significa es que no debes prostituir tu esencia. Por desgracia desde el principio de los tiempos se ha podido comprar sexo, pero nunca hasta la fecha se ha puesto precio al amor. El que compra «amor», en realidad, está obteniendo otra cosa y eso es lo que ocurre con el Arte Urbano. Si vendes una pieza nacida de madrugada sobre un puente del Este de Londres para que luzca en un salón de Chelsea, te están comprando un souvenir de mierda a precio desorbitado. ¿Es que hay alguien que piense de verdad que el Parthenon es lo que se ve en el British Museum?
Alex Arnell.
A coalición de todo esto, el trabajo duro y sucio de Sell Out tiene una contra oferta digamos «galeristica» en el obra de Alex Arnell, artista plástico detrás de la otra cara de la moneda. Dos trabajos; Uno en venta y con naturaleza «mercantil». Otro expuesto en su propia esencia y con veneno de libertad. Evidentemente hay mucha relación entre un trabajo y otro, como puede haberla entre un escritor de graffiti que trabaja de diseñador gráfico en un estudio o en una charcutería de barrio. Uno y otro, recordemos, son la misma persona. Pero el fin del «discurso» es diferenciar las obras, no al artista.
El trabajo de Arnell bebe siempre de cualidades museisticas, rompiéndolas con cierto valor de la calle. Es un “pasillo” que une la cultura pop, el arte clásico, las referencias de origen culto y populares detalles urbanos. Es concepto y expresionismo. Es, sin ninguna duda, un hijo plástico de su tiempo que sabe diferenciar entre los lugares de producción sin variar un ápice la verdad de su discurso. En definitiva. Un puto ejemplo.

Sell Out en Instagram: @alex.arnell